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PSICOANÁLISIS AL ALCANCE

Blog de Psicología y Psicoanálisis de Teresa Macías

PSICOANÁLISIS AL ALCANCE

Blog de Psicología y Psicoanálisis de Teresa Macías

Por Teresa Macías Moreno 20 de febrero de 2025
"Si en la historia no todo está predeterminado, hay margen para dar un empujoncito de uno u otro lado" Jacques-Alain Miller El ser humano es complejo, ya que está desprovisto del instinto natural que garantiza, de forma sencilla y efectiva, el funcionamiento de la vida en los individuos del resto de especies animales. La adquisición de la capacidad simbólica y su desarrollo hasta lo que ha llegado a ser el lenguaje , apartó para siempre del mundo natural de los instintos a unos seres que no volverían a experimentar la relación directa con la vida y que ya solo lo harían a través de un entramado de imágenes y significantes. Si el instinto garantizaba una relación unívoca y sólida con la vida, el mundo simbólico introduce la falta de garantías, ya que con él dejó de haber una ruta segura y preestablecida para la supervivencia. Empezando por la alimentación: el neonato humano, siempre en condiciones de prematuración y desvalimiento , conserva apenas un mínimo “reflejo de succión” que le posibilita la alimentación, solo a condición de contar con la dedicación y entrega por parte de, al menos, otro ser humano; al contrario que el resto de los mamíferos, que nacen con la capacidad de ir, por sí mismos, a la búsqueda de lo que necesitan para sobrevivir. Así, el instinto perdido, en los primeros años de vida del individuo va a ser sustituido por la pulsión . La diferencia entre ambos es la siguiente: El instinto es un programa puramente biológico destinado a garantizar la satisfacción de una necesidad y la supervivencia. La pulsión es un híbrido entre un real biológico y el lenguaje, es un impulso interno dirigido a buscar la forma de satisfacerse (más que de satisfacer una necesidad), pasando por la relación con otro individuo a través del lenguaje y, por tanto, de la interpretación y el malentendido. Todo comienza con la oralidad, pero la pulsión va colonizando otras zonas del cuerpo fundamentales para la vida, como son la zona anal y más adelante, la fálica y la genital. Sigmund Freud fue el primero en establecer estas pulsiones y en hablar, por primera vez, de una sexualidad infantil , concepto que, en su momento, fue totalmente innovador y considerado un escándalo. Estas pulsiones no se pierden nunca, integrándose en la sexualidad adulta y enriqueciéndola; de manera que, debido a ello, esta no es únicamente genital. De todo lo anterior se puede deducir que, en el humano, los asuntos relacionados con la vida están organizados, para cualquier individuo y a lo largo de todo su ciclo vital, por otras coordenadas diferentes a un programa biológico de supervivencia; de manera que, como bien se sabe, la alimentación, por ejemplo, es especialmente un asunto social y el soporte de todo un entramado de conductas, vínculos y síntomas; de manera que está perdida la relación directa de esta con la satisfacción de una necesidad para la supervivencia; hasta el punto de poder darse, como bien sabemos, casos de individuos que enferman, y hasta acaban con su vida, por negarse a ser alimentados, por comer en exceso o por ingerir, voluntariamente y a sabiendas, sustancias que le enferman. Jacques Lacan introduce el término goce para señalar esa peculiaridad de la pulsión: que no responde a, o va más allá de, la satisfacción de una necesidad. Lo formula a partir de lo planteado por Freud en su obra “Más allá del principio del placer” en la que, partiendo de su definición de placer como un estado de distensión en el que la necesidad ha sido satisfecha, pone de relieve su descubrimiento de la “ pulsión de muerte ” (thanatos) en contraposición a la “ pulsión de vida ” (eros) , a la vez que la considera inseparable de esta. Lacan, en su concepto de goce engloba ambas dos, recogiendo en él, en la misma línea de Freud, eso que en el ser humano no está regido tan solo por la conservación de la vida, ni tan siquiera por la búsqueda del placer; sino que, como en un mal espejismo, se puede revertir en lo contrario. Lacan definió el goce como "eso que no sirve para nada” . Para nada, excepto para gozar. También dijo que “siempre se goza" , porque la pulsión siempre se satisface, si no es de una manera es de otra. Puede gozarse incluso de la renuncia, como en el caso del celibato, o del rechazo al objeto de la necesidad, como en la anorexia. El goce de la pulsión, por tanto, puede ir de espaldas a la vida, porque tiene como soporte el lenguaje, que fue eso que eliminó el instinto de supervivencia, produciendo en los seres hablantes una cierta mortificación. Pero gracias a que el lenguaje no puede decirlo todo, no puede “matar” por completo la vida, queda siempre un resto de esta que no puede ser dicho ni representado. Lacan inventó lo que él llamó el objeto a para nombrar este resto y lo definió como “objeto causa del deseo” . Este objeto procede de esa falta o "agujero" estructural que introduce el significante en el cuerpo; falta que no podrá ser nunca suturada completamente y que, por tanto, movilizará, en el mejor de los casos, al sujeto en la búsqueda de algo que siempre se le escapará de alguna forma, y que le empujará, por tanto, a seguir buscando, movido por esa sensación de que "siempre falta algo", a lo cual nombró como "falta en ser" . Lacan estableció 4 tipos de objeto a: dos provenientes de la pulsión formulada por Freud y otros dos de invención propia: oral, anal, invocante (la voz) y escópico (la mirada). A través de ellos se puede recuperar una parte de la vida que se perdió por el hecho de ser seres hablantes. Estas pulsiones parciales comandan el encuentro con el otro y con el mundo por la vía del deseo , según determinadas condiciones singulares para cada uno, en función de su propia historia y subjetividad; quiere decir que cada cual se sentirá atraído por determinado tipo personas y no por otros, o por una persona en especial en función de determinadas razones, que en su mayor medida serán inconscientes. También condicionarán la manera de vincularse cada uno con lo que le despierta interés, motivación o satisfacción; marcando, por tanto, las peculiaridades de su deseo como motor de vida , a falta de un programa natural que garantice su supervivencia. Hay que añadir, a todo ello, el papel fundamental que el amor desempeña en este recorrido, como último eslabón-nudo, que puede hacer de esta argamasa de piezas disgregadas, un artificio útil para la vida humana. J acques Lacan dice que “solo el amor permite al goce condescender al deseo” . Es decir, que el amor sería eso que puede hacer que el goce, que siempre tiende a satisfacerse bastándose a sí mismo, tolere algo del orden de la falta, de lo que puede quedar insatisfecho o incompleto y, por tanto, deseante y abierto a la búsqueda; de manera que el amor está del lado del deseo, de la falta en ser (por eso se dirige siempre a otros), pero sin renunciar del todo al goce de lo pulsional, de manera que se verá atravesado por ese resto pulsional de vida representado por el objeto a, esa parcela de goce, singular en cada uno, que comandará las elecciones y los encuentros amorosos. Podemos decir entonces que, si el lenguaje es el eslabón perdido que define la esencia de lo que nos constituye como seres humanos, el amor es el eslabón encontrado que fundamenta lo mejor que podemos llegar a ser. Aunque, eso sí, con la libertad que requiere no contar con un programa instintivo que determine nuestros designios.
Por Teresa Macías Moreno 2 de febrero de 2025
El amor, eso que parece tan fundamental en la vida de todos y cada uno, de lo que no se para de hablar, a partir de lo que no se deja de crear, lo que siempre se busca y se desea, cuya carencia ocasiona los mayores sufrimientos…no parece que procure siempre el bien. Y cuando lo procura, no se llega a saber con certeza de qué manera ocurrió, cómo aprehenderlo o conservarlo en el tiempo, cómo repetirlo… De hecho, eso que llamamos amor, a veces procura el mal y otras lo peor…porque, literalmente, “hay amores que matan”. Entonces… ¿No es tan bueno como lo pintan? ¿Hay un amor bueno y otro malo? ¿Hay diferentes tipos? ¿Se trata de saber diferenciar el auténtico del que no lo es? ¿Dónde está el malentendido o la trampa? En el diccionario de la RAE aparecen 14 acepciones de la palabra amor. La primera dice así: “Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”. En cada una de las otras, aparece el matiz de una alusión a algo que tiene que ver, de alguna forma, con la inclinación del individuo humano hacia otro ser, humano o no, o hacia algo. Lo común a todas es el elemento de una inclinación o vínculo con alguien o algo que está por fuera de quien lo experimenta. En su Seminario 20 , titulado Aun , Jacques Lacan se pregunta cómo es posible que, partiendo de la estructura narcisista que Freud propuso del amor, pueda haber amor por un otro . ¿Cómo se llega a hacer el tránsito del amor narcisista al amor por un otro? Con este "amor por un otro" Lacan no está queriendo decir "dirigido a otro", ya que el amor narcisista puede ir dirigido a otro, pero veamos de qué manera y cuál es el estatuto de este otro que puede ostentar un amor no narcisista. Para Freud, todo amor tiene como base el vínculo originario con la madre (primer objeto de amor tanto para hombres como para mujeres) y su estatuto perdido y prohibido. La vida amorosa de quien no trascendió este amor, podíamos decir, infantil o inmaduro (y narcisista) estará basada en la búsqueda inconsciente del reencuentro con ese goce completo, mítico, sin tacha y, a su vez, prohibido , que supuestamente tuvo lugar para el sujeto, de alguna manera, en algún momento o que, según defiende Jacques Lacan, nunca se produjo (por eso lo de mítico), pero que, en lo estructural funciona de igual forma, dando lugar a la búsqueda imparable de un "paraíso perdido" , seguramente, desde siempre. En esta línea ocurren los amores o encuentros amorosos más o menos desafortunados y sufrientes, desde los más cotidianos y adaptados a aquellos que estarían del lado de lo dramático o lo trágico. Están basados en una dinámica en la que, después de ese periodo de ilusión de completud llamado "enamoramiento" , suelen aparecer los siguientes elementos: Por una parte, demandas, reproches, exigencia o quejas, del lado de quien experimenta sentimientos crecientes de enfado y frustración, no subsanados, sino todo lo contrario, por quien, desde una posición sumisa, por otra parte, suele estar dispuesto a dar o a ceder con el fin de satisfacer tales demandas o apaciguar tales quejas. En esta dinámica puede ocurrir un sin límite en el pedir y en el dar, debido a que lo que cada uno busca en el otro, inconscientemente, es decir, sin saberlo, es este “paraíso perdido” del goce mítico primitivo , que siempre se escapa por mucho que se le persiga. Una pareja atrapada en esta dinámica estragante , puede llegar a ser un equipo firmemente comprometido en una lucha sin cuartel por sostener un ideal de completud , al que ambos pueden entregarse en cuerpo y alma y por el que pueden estar dispuestos a sufrir sin medida, siendo este sufrimiento el tributo que cada uno paga por no renunciar a tal ideal: Encontrar en el otro la “media naranja” que le faltaría para que no le faltase nada, como si esto (el que a alguien no le falte nada) pudiera ser posible. Es el malentendido del enredo narcisista del amor. Puede haber otras formas de enredo en este malentendido, como, por ejemplo, la sustitución metonímica de unas parejas por otras y la renuncia al amor por diferentes motivos (Inhibiciones, miedos, rechazo, timidez, desencanto, etc.) Pero se sabe que, por fortuna, el amor ofrece, también, posibilidades más felices , aunque nunca exentas de dificultades y de dolor. Son aquellas que se sitúan del lado del amor a alguien que ya no es un elemento más en la metonimia sustitutiva del objeto primario, y que puede ocupar, por tanto, un lugar singular y especial para el que ama. Paradójicamente (ya que el amor suele idealizarse), esto ocurre cuando caen los ideales y el amado adquiere las dimensiones humanas de alguien con sus peculiaridades y sus faltas y el amante puede amar desde las suyas. La transformación que haría posible acceder a este amor más feliz (o "menos tonto" según Lacán lo nombró en su Seminario 21 ), corre a cuenta del amante y no del amado, es un proceso subjetivo y singular de cada uno y no siempre ocurre. A veces, solo un trabajo terapéutico especializado puede posibilitarlo. El psicoanálisis y la psicoterapia de orientación psicoanalítica están especialmente indicadas para ello, debido a su vocación por lo singular y a su incidencia en el cambio necesario de posición subjetiva que posibilitará formas nuevas y mejores de vínculo.
Por Teresa Macías Moreno 7 de diciembre de 2024
"...No podemos remar en contra de nosotros mismos..." Walt Whitman Para el psicoanálisis de orientación lacaniana, la ética es la ética del deseo. En ello sustenta su saber y su práctica. Este artículo tiene como objetivo desarrollar la lógica que subyace a esa afirmación, formulada por Lacan en su seminario 7 “La Ética del Psicoanálisis” , de 1960. Su elección del término ética, en contraposición al de moral, no es azaroso. Para justificarlo explica, lo que él llama, el universo de la falta, que, más allá de la alusión a algo dañino o pecaminoso del lado de la moral entendida como código de conducta, la considera parte esencial de la ética, como ética del deseo, a través de la siguiente fórmula: “La falta engendra el deseo”. Falla y falta tienen la misma raíz etimológica latina: fallita, que significaba tanto carencia o defecto, como infracción o fallo; cursando con este origen la vivencia subjetiva de falta como falla, con la culpa asociada. En 1785, Kant acuñó el término Imperativo categórico , que puede expresarse así: “Obra de tal modo que tu hacer pueda convertirse en una ley universal” . Fue un intento de ética independiente de cualquier moral externa, apelando a la conciencia del individuo en la búsqueda de un bien común, que eliminaría cualquier interés o sentimiento individual. Esto, que pretendía liberar de normas externas, se vuelve el arma represora más poderosa. Como reacción a ello, surge, una década después, cierta filosofía de liberación naturalista del placer, que dio como resultado, no un hombre menos reprimido, sino más libertino del lado de la perversión. Esta corriente será representada por el Marqués de Sade , que en 1795 publica “La filosofía del Tocador”. Según Lacan, su máxima podría formularse así: “Tengo derecho a gozar de tu cuerpo, puede decirme quienquiera, y ese derecho lo ejerceré, sin que ningún límite me detenga…” En 1963 Lacan, en su texto “Kant con Sade”, expone el encuentro estructural entre las máximas kantiana y sadiana, que podrían parecer opuestas. Lacan apunta a que en la falta (como “pecado”) el goce y la culpa se amalgaman hasta ser lo mismo. El goce se convierte en algo invasor y dañino, tanto si se intenta prohibir por completo, como si se pretende imponer como derecho; en ambos casos el dolor, en último término, aparece como algo necesario. En las dos versiones queda excluido el sujeto del deseo, ya que apuntan ambas a un universal sin posibilidad de excepción ni diferencias. En el último capítulo del seminario 7, Lacan expone que la ética para el psicoanálisis sería “la relación de la acción con el deseo que la habita” y hace la siguiente proposición: “La única cosa de la que el sujeto puede ser culpable es de haber cedido en su deseo” ; situando la renuncia al deseo en la base de todo sentimiento de culpa. Para el psicoanálisis se trata de preservar la falta simbólica , que permite asumir la incompletud estructural, de la que todo ser humano participa como consecuencia de estar atravesados por el lenguaje. La adquisición de este eliminó el instinto; a cambio, el deseo bordea el agujero que esa operación produjo, pero solo a condición de no pretender taponarlo, ya que ese agujero, esa falta simbólica, es la condición para seguir deseando y seguir deseando es el motor de la vida humana. La obturación del deseo está implícita en toda situación mórbida o de sufrimiento psíquico: depresión, ansiedad, obsesiones, violencia, dependencias, etc. El tratamiento psicoanalítico basa su práctica en un trabajo subjetivo, singular en cada caso, que irá siempre en la dirección de despejarlo, lo cual supondrá una ganancia del lado de la vida.
Flores con nieve, que impactó en ellas en plena primavera como acontecimiento traumático
Por Teresa Macías Moreno 17 de noviembre de 2024
“Recordar es el mejor modo de olvidar” Sigmund Freud La palabra trauma viene de un término griego que significa herida. Cuando se utiliza en relación solo al cuerpo, se alude con ella a una lesión en algún tejido de este, producida por el impacto de un agente externo y que, debido a su gravedad, suele necesitar un tratamiento específico para su recuperación. De igual manera, se puede aplicar este término a algún tipo de rotura en el tejido psíquico, que sería necesario tratar para que pueda ser curada. El trauma psicológico ocurre en relación a un acontecimiento vivido que produce una conmoción en el sujeto, algo del orden de un imprevisto, un exceso o un sinsentido y que provoca un daño que perdurará en el tiempo, después del cese del acontecimiento. En el trauma se puede localizar una causa externa , pero también un daño singular . Quiere decir que esa misma causa en otro sujeto hubiese provocado otro daño o quizás ninguno. Los efectos del trauma pueden manifestarse de diferentes formas: angustia, obsesiones, pesadillas, conductas compulsivas, etc. Con el ingrediente, en la mayoría de los casos, de la repetición . Alguien presencia el atropellamiento de un ser querido por un coche y viene a consulta después de un año, entre otras cosas, porque no puede quitarse de la cabeza la escena tal y como ocurrió ante sus ojos, la cual visualiza una y otra vez cada día, con gran angustia. Un paciente, que acude a terapia por otros asuntos, menciona una pesadilla repetitiva desde hace 20 años, en la que él identifica el mismo sentimiento de ser excluido que tuvo al finalizar la relación con su primera novia. Son ejemplos de cómo puede manifestarse el trauma psíquico. Cabe preguntarse por qué algo que hizo y sigue haciendo sufrir, no deja de repetirse, de alguna forma. La respuesta está en la siguiente explicación: El daño que ocasiona el acontecimiento traumático consiste en un agujero producido en lo simbólico, es decir, en la capacidad para darle un significado a lo vivido, para armar una explicación o darle un sentido; habiendo dejado, literalmente, sin palabras, a quien lo experimenta. Eso hace que haya un exceso en lo emocional, por decirlo de alguna manera, que no puede ser elaborado con las herramientas conscientes de las que el sujeto dispone (el pensamiento, la voluntad, la razón…), ya que todas ellas dependen de lo simbólico, que se hace insuficiente para ello. Las obsesiones, las pesadillas y otras formas de repetición del acontecimiento traumático, así como otro tipo de malestares o síntomas , son intentos de elaborar lo que se ha desbordado, o sea, intentos de tratamiento espontaneo del trauma, pero más o menos fracasados siempre, debido a lo cual no dejan de repetirse. A veces, solo a través de un tratamiento específico por la palabra puede ser reparado el daño. No se trata de la necesidad de una liberación catártica por el hecho de hablar, que a veces puede, ciertamente, ser un alivio; sino de la posibilidad de ordenar subjetivamente lo que ocurrió e integrarlo en la propia historia, de tejer o, al menos, “remendar”, esa rotura de lo simbólico , pudiendo armar una significación propia , un relato, un argumento o una invención singular que permita al sujeto salir del atolladero en el que está varado y continuar la vida. El tratamiento psicológico de orientación psicoanalítica ofrece esta posibilidad. Teresa Macías Moreno
arco iris que se abre en el camino, como una esperanza de luz y color después de las nubes
Por Teresa Macías Moreno 16 de noviembre de 2024
Existen tantos motivos posibles para consultar a un psicólogo como personas que desean o necesitan hacerlo. Aunque es imprescindible, para los profesionales de la Psicología y la Salud Mental, realizar diagnósticos y categorías según determinados rasgos, cuadros clínicos o síntomas, es de manera singular y única como se manifiestan estos en cada persona, así como son singulares las causas subyacentes a ellos, arraigadas siempre en la historia y la subjetividad singular de cada individuo. Es posible utilizar un término que englobaría todos estos motivos: el sufrimiento psíquico, al que también puede llamarse dolor psíquico. Detrás del cual, como detrás de todo dolor, hay un daño, una herida, que es necesario abordar, si se quiere eliminar o aliviar el sufrimiento. Al igual que se pueden producir heridas o lesiones en el cuerpo, también se producen en el tejido psíquico, pudiendo ser necesaria, aunque no siempre, la ayuda de un profesional para ser curadas. Es a través de un tratamiento psicológico donde se debe buscar y puede encontrarse esta ayuda. En ocasiones este tratamiento debe combinarse con el psiquiátrico, que incluye medicación, siendo, en estos casos, compatibles ambos dos y complementarios. El sufrimiento o dolor psíquico toma la forma de síntomas más o menos molestos, que son los que empujan a consultar. Algunos de los más frecuentes son: Ansiedad, depresión, estrés, obsesiones, inhibiciones, miedos, impulsividad, angustia, baja autoestima, dependencias, problemas sexuales, conflictos de pareja, problemas laborales, impulsividad, síntomas psicosomáticos, astenia… Los síntomas psicológicos son la señal de que hay un problema subyacente que está causándolos y que debe ser tratado. Si se consideran estos como el problema en sí mismo y el único objeto de la cura, podrían desaparecer o aliviarse con el tratamiento, pero manifestarse de nuevo en otro momento, o desarrollarse otros nuevos como manifestación de la causa que no fue tratada y que, por tanto, puede seguir intacta. Los tratamientos psicológicos pueden llevarse a cabo según diferentes orientaciones o escuelas. Todos ellos tienen en común el que se efectúan a través de la palabra , ya que esta es la herramienta específica para tratar lo psíquico. La orientación psicoanalítica es aquella que más incide en las causas y en las raíces de los problemas, debido a que ello está justamente en la base de su concepción del conflicto psicológico y de la cura.
Puerta rota, que sirvió para guarecerse y protegerse un tiempo atrás y ahora solo deja ver las ruina
Por Teresa Macías Moreno 3 de abril de 2020
Pandemia del coronavirus, 3 de abril de 2020. Hace no mucho tiempo solíamos decir cosas como: “Salgo, que se me está cayendo la casa encima” o “A ti no se te cae la casa encima”. Difícilmente nos hubiésemos podido imaginar entonces que vendrían días en los que entrar o salir no sería una elección.
Árboles entre la niebla. La niebla como velo de lo real, al igual que el lenguaje
Por Teresa Macías Moreno 19 de enero de 2019
La causa última del malestar psíquico está en aquello mismo que nos constituye como sujetos, es decir, como seres humanos: El lenguaje. Por ello, este malestar es inherente a lo que somos y no podemos deshacernos por completo de él, aunque sí encontrar formas de alivio y de "saber hacer" con lo que nos sucede y con lo que resta después de un trabajo de cura.
Un psicoanalista ayuda a liberar de las prisiones internas, vividas como rejas que separan del mundo
Por Teresa Macías Moreno 19 de julio de 2018
Cuando lo que nos hace sufrir son nuestros propios pensamientos, emociones o formas de relacionarnos, nos resulta difícil entender o darle una solución a lo que nos pasa, como si lo más íntimo se convirtiese en algo extraño y ajeno que nos domina.
chimenea singular
Por Teresa Macías Moreno 18 de julio de 2018
Creer encontrar en el otro uno igual a nosotros mismos nos da seguridad y nos tranquiliza, en la medida en que proporciona una fantasía de garantía de salvación en relación al abismo que nos separa de los demás en lo más hondo y nos coloca inexorablemente en un lugar de soledad.
Planta diferente y especial
Por Teresa Macías Moreno 18 de julio de 2018
Sabemos que la carencia que verdaderamente incapacita es la del amor, sobre todo cuando esa carencia ha estado en los orígenes del sujeto. Lo que más nos incapacita o nos discapacita es la falta de amor, porque ello conlleva la falta de tolerancia.
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